lunes, 25 de noviembre de 2013

EL PEQUEÑO TALLER

Este sábado, sin duda ha sido muy especial para mi.
He estado con personas que están en mi vida y son importantes, y aunque podría empezar y no terminar, he decidido dedicar este post a una persona de 9 años, hija de una gran amiga, la cual me ha sorprendido con su amplia sonrisa e imaginación.
 
Es coqueta, le gusta la moda y ha escrito un cuento.
Así que pienso que no hay mejor momento para que vea su trabajo escrito, y todos disfrutemos de la imaginación de los niños.
 
Os dejo su relato, hoy me lo ha enviado su padre, Diego, mientras su madre me lo contaba.
Nuestra intención, dar una sorpresa a Irene.
 
Desde aquí os mando un beso enorme por la familia que sois. Gracias Susana, Diego e Irene.
 
 
 
EL PEQUEÑO TALLER
 

 
 
Soy Elena, una muñeca de pelo largo, liso y castaño. Os voy a contar la historia del pequeño taller: Ocurrió en Alemania, en la ciudad de Wiesbaden, situada a orillas del río Rin y hermanada con San Sebastián, en un mes de otoño bastante frío.
 Mi dueña Lucía, una niñita rubia y risueña de cinco años estaba triste, algo muy raro en ella. Su familia era pobre y muy humilde. No tenían dinero para ir vestidos decentemente, pero sí un gran corazón. La madre, que era muy buena costurera, hacía la ropa y complementos con lo que podía.
 Llegó un miembro nuevo a la familia –su hermano Nikolas- y al no poder mantenerse, el padre Martin tuvo que emigrar por toda Europa buscando trabajo. Le fascinaba la montaña y trabajó en bosques de España, hasta que llegó a un pueblito de Zaragoza –Used- donde fue muy bien acogido y se dedicó a trabajar en el campo como agricultor.
 



 Todo el dinero  que reunía se lo mandaba a su familia. La niña, que quería reunirse pronto con él, estuvo pensando cómo conseguir dinero para que su padre volviera. Pero no se le ocurrió nada.
 Iba al colegio y todos se reían de sus ropas, eran sencillas ya que no podían permitirse lujos, todas eran obra de su madre. Y un buen día se le ocurrió que podían ir recogiendo cosas que se encontraran en la calle y así su madre pudiera hacer vestidos, adornos para el pelo, sombreros…
 Le comentó su idea a Inma, su madre, y ella aceptó. Todos los días después del colegio, como vivía en una casita de campo a las afueras de la ciudad, recogía objetos que se encontraba por el camino a casa –semillas, alambres, plumas, cartones, cuerdas…-. También recogía del jardín de su casa hojas, flores, piñas, paja, palos y alguna espiga de trigo de los alrededores. Siempre llevaba bajo el brazo una cajita de cartón.






 Una tarde a la salida del colegio, una señora muy elegante la vio con la caja y le preguntó por lo que hacía. Ninguna de las dos se conocía, aunque la señora era la madre de uno de los compañeros que más se burlaban de ella. Su nombre era Carmen.
 Lucía le comentó su historia y la mujer, conmovida le preguntó dónde estaba su casa. La acompañó hasta ella. Después de una larga caminata conoció a su madre y ésta le enseñó todos sus diseños, tanto de ropa como de complementos. Al ver un sombrero de cartón forrado de plumas, se quedó fascinada por la creatividad de la mujer.


 
 

 Al volver a su casa pensaba en cómo podía ayudar a esta humilde costurera. Decidió montarle un taller cercano a su casa, que a pesar de que estuviera lejos del centro de la ciudad, debido a que se lo contó a sus amigas y éstas fueron corriendo la voz sobre todo una que era redactora del periódico Bild. Todos los días tenía muchas citas. Tenía todo tipo de clientes: novias, madrinas de boda, madres de niños a los que iban a bautizar y buscaban trajes creativos… y así un sinfín de gente. Un día le pidieron un traje de bautizo original, ¡y tanto que fue original! Como era para chica hasta le hizo una medallita con una Virgen esmaltada.



 Debido a su éxito Martin, el padre, volvía a casa y aquella familia salió de la pobreza y pudo vivir dignamente. Lucía quiso seguir los pasos de su madre y se dedicó a hacer muñecas a mano y vestidos para ellas. ¡Hasta le hizo un pequeño peluche a su hermano Nikolas!
 Ahora estoy muy contenta por tener a mi lado a Lucía y a su familia y a todas las amiguitas de trapo que me hizo. Y así se formó el taller de mami y Lucía.

 
FIN
 
 
Como veis, los niños no dejan de sorprendernos.
 
Nunca se sabe, quizás Irene sea de mayor, diseñadora, como lo soy yo ahora...
Lo importante es luchar por los sueños, y rodearnos de buenas personas.
 
 
Espero que este cuento haga reflexionar sobre lo necesario que es ayudar.
 
 
Su